Loma Bola reabrió sus puertas para volver a volar
Los cerros toman revancha en la “Ciudad Jardín”
Parecía ser que la lluvia no tenía pensado parar y aunque el sol se hizo esperar todos nos alegramos con su regreso. Fueron 35 días consecutivos que interrumpieron a los fanáticos volar en parapente.
Entre lluvia, nubes, frío, neblina, mucha humedad, la lluvia no dejaba de estar presente. Pero el sol volvió a salir con fuerza el martes y ayer se repitió el clima con el cielo más diáfano que haya dado hasta ahora el otoño en Tucumán. El cambio de clima parecía haber desperezado a la montaña. El césped mojado, con algo de barro, fue cediendo ante el calor de los rayos de sol. Con el mismo entusiasmo de los chicos que salen al recreo, al mediodía, empezaron a llegar los pilotos a Loma Bola.
“Fue tremendo. Muy duro. Mucha lluvia. No recuerdo que haya pasado algo así tan prolongado en otros años”, decía Sergio Bujazha, piloto y manager en Loma Bola, mientras descargaba la mochila, la vela y el resto del equipo para volar.
A pesar del sol de la siesta, era conveniente abrigarse bien. Los parapentistas usaban guantes de la lana gruesa, pasamontañas para cubrir el rostro, anteojos de sol, y campera inflable.
Desde Santa Fe, había llegado Alexis Rudat, de 31 años, piloto desde hace cuatro años. En Ceres, donde vive, practican parapente en el llano. “Allá no tenemos esta plataforma natural; esta es la mejor rampa del país para volar -dijo-. Allá nos enganchamos a un vehículo que hace de remolque -detalló-, nos impulsa unos metros, tomamos altura y después el piloto se desengancha para empezar a volar”. Rudat contó que seguía el pronóstico del tiempo para llegar a Tucumán con buen clima y, por supuesto, no erró en los cálculos. Una brisa suave desvanecía un delgado hilo blanco que se asentaba en la mitad del cerro San Javier. Mario Sueldo, piloto tucumano, estaba a la espera de su turno para volar. “Esta es mi oficina amplia -dijo, mientras señalaba todo el verde de la montaña, con la arboleda a su espalda y la ciudad de frente, a sus pies-. Hubo muchos día de lluvia -agregó- y los días que no llovía la condensación era muy baja y nos tapaba el despegue, pero hoy estamos a pleno para saltar”. Desde Santiago del Estero llegó Micaela Puig, de 29 años. Ella empezó, hace un mes, el curso para aprender a volar. Practica parapente en llano, en la localidad de Bandera, al sur de Santiago del Estero, en el límite con Santa Fe. Nunca antes, Micaela voló en Loma Bola; entonces “Monito” se preparó para pilotear ese paseo de unos 20 minutos hasta aterrizar cerca de la rotonda de Yerba Buena. A la siesta llegaban más vehículos con otros pilotos y varios pasajeros ansiosos por el debut en un vuelo biplaza.
Parecía ser que la lluvia no tenía pensado parar y aunque el sol se hizo esperar todos nos alegramos con su regreso. Fueron 35 días consecutivos que interrumpieron a los fanáticos volar en parapente, pero este cambio hizo posible que Loma Bola volviera a abrir sus puertas para volar.
Entre los cambios climáticos, la lluvia no dejaba de estar presente. Pero el sol volvió a salir con fuerza el martes y ayer se repitió el clima con el cielo más diáfano que haya dado hasta ahora el otoño en Tucumán. El cambio de clima parecía haber desperezado a la montaña. El césped mojado, con algo de barro, fue cediendo ante el calor de los rayos de sol. Con el mismo entusiasmo de los chicos que salen al recreo, al mediodía, empezaron a llegar los pilotos a Loma Bola.
“Fue tremendo. Muy duro. Mucha lluvia. No recuerdo que haya pasado algo así tan prolongado en otros años”, decía Sergio Bujazha, piloto y manager en Loma Bola.
A pesar del sol de la siesta, era conveniente abrigarse bien. Los parapentistas usaban guantes de la lana gruesa, pasamontañas para cubrir el rostro, anteojos de sol, y campera inflable.