Recibidas en Tucumán: la polémica por el colapso en la vía pública. Qué opinas de estos eventos?

El mes de diciembre trae consigo una escena que se repite cada año en las ciudades tucumanas: los festejos por las recibidas universitarias copan las calles céntricas, generando congestión, ruido y desorden. Vecinos y conductores se quejan por el caos circulatorio y la contaminación acústica que se apodera de la plaza Independencia y sus alrededores.

Aunque la finalización de una carrera es un mérito indiscutible, la modalidad de celebración ha despertado nuevamente el debate sobre el uso descontrolado del espacio público. Desde la Dirección de Tránsito admiten que en esta época la movilidad en el microcentro se complica enormemente: embotellamientos que se propagan por varias manzanas, vehículos mal estacionados y maniobras riesgosas son moneda corriente, con una fiscalización que parece insuficiente.

El problema del ruido se suma al del tránsito, con bocinazos continuos, música a todo volumen y algarabías que se extienden hasta altas horas. “Es insoportable”, comentó un empleado del municipio, refiriéndose al impacto diario de estas celebraciones, que alteran no solo la fluidez vial sino también la tranquilidad de residentes y comerciantes.


Otro aspecto crítico es el estado de limpieza. Restos de harina, huevos rotos, espumas, pintura y papeles quedan esparcidos sobre el asfalto y las veredas. Muchas veces, estos desechos permanecen allí por largo rato, hasta que el personal municipal logra recogerlos. Así, una fiesta privada deriva en un perjuicio para la comunidad, que debe soportar las consecuencias.
En los últimos tiempos, varias casas de estudio decidieron prohibir los festejos dentro de sus instalaciones, lo que terminó por trasladar masivamente estas prácticas a la vía pública, sin que exista una normativa clara que las regule. El resultado es un fenómeno de gran escala, que se repite y se naturaliza, donde la euforia del momento parece pasar por encima de las reglas básicas de convivencia ciudadana.
Detrás de cada recibida hay una historia de dedicación y sacrificio, lo cual justifica la necesidad de festejar. Sin embargo, la discusión se reinstala cada diciembre: ¿dónde debe ponerse el límite cuando la celebración afecta los derechos de los demás a transitar, trabajar y vivir en un ambiente ordenado y limpio?
Con el avance del último mes del año, la ciudad se enfrenta otra vez al mismo desafío: encontrar un equilibrio entre la alegría merecida por el título obtenido y el respeto por el espacio de todos, en una metrópoli que ya carga con dificultades estructurales de movilidad, higiene y contaminación sonora.

Artículos Relacionados