Tucumán Rugby hizo historia: tras 10 años, rompió la sequía con una épica victoria en el Regional del NOA

Luchar. Caerse y volver a pararse. Recibir un golpe y devolverlo. ¿Cuánta fortaleza se oculta en una palabra tan simple de seis letras? L-U-C-H-A-R. Es un término que trasciende cualquier situación. Está presente en la vida cotidiana, en los obstáculos laborales, en los desafíos personales. Y, por supuesto, también se refleja en el rugby. En cada scrum, en cada line, en cada maul, los jugadores entregan todo por la victoria. Tucumán Rugby y Natación y Gimnasia fueron dos claros ejemplos: pelearon, resistieron, se dejaron la piel. Pero solo uno podía alzarse con el Regional del NOA. Y en esta ocasión, la estrategia «verdinegra» superó al ímpetu «blanco». El 23-18 fue un resultado ajustado, casi simbólico, que apenas logró reflejar la intensidad del combate.

Para ambos equipos, el encuentro tenía una importancia enorme. Para los jugadores, sin duda fue el tema de conversación de toda la semana. Para Tucumán Rugby, representaba poner fin a una sequía de diez años -su último título había sido en 2015- y, especialmente, liberarse de esa maldición de las finales (el año pasado cayó ante Lawn Tennis). Ya lo había logrado en el Interior B, frente a Liceo de Mendoza, pero el Regional era la prueba de fuego para confirmarlo.

Del otro lado, Natación anhelaba repetir la hazaña de 2017 y consolidar su lugar entre los grandes del rugby tucumano. Ha sido un protagonista en los últimos años y ya se acostumbró a estar siempre en la discusión. Ambos tenían razones de peso para ganar. Y por eso lucharon. Desde el primer pitido hasta el último suspiro.

Y si alguien lo duda, que le pregunten a Gonzalo Albornoz, quien asumió la responsabilidad de inaugurar el marcador a los 4′. Colocó el balón en el tee, respiró profundo en medio del silencio y ejecutó un puntapié preciso para marcar el 3-0. Era evidente que sería una batalla reñida, en la que cada punto anotado sería crucial. La ventaja duró apenas cuatro minutos. Casi nada. Máximo Ledesma, figura «blanca» en las semifinales, respondió con un penal y empató el tanteador. Ambas jugadas anticipaban un duelo parejo. Claro, ambos eran los mejores y comprendían que son las emociones las que encienden estos enfrentamientos.

El «Blanco» se encendió con el primer golpe exitoso. Como si hubiera sentido una satisfacción al ver su primer balón pasar entre los palos del in-goal «verdinegro». Eso motivó al equipo de Pablo Bascary. El wing César Rivadeneira aceleró, quebró la defensa y marcó el primer try del partido: 8-3. Todos a abrazarse. Todos a festejar. Pero faltaba mucho. El reloj, a veces aliado, a veces adversario, marcaba su propio ritmo. Machi Ledesma no pudo aumentar la diferencia desde un ángulo complicado, pero tuvo su revancha al instante: un penal que significó el 11-3. Natación dominaba las formaciones fijas y mantenía el control del juego.

En las tribunas, la «22» cantaba sin parar y bailaba la tarantela. Era lógico: iban ganando y sentían el título cerca. Pero Tucumán Rugby no se daría por vencido.

A los 24′, dio el primer susto. Jorge Domínguez armó una jugada magistral, contenida a tiempo por la defensa «blanca». Luego, Bautista Campo interceptó una salida errónea de Santiago Romano y apoyó, pero el árbitro Álvaro del Barco recurrió al TMO por un posible knock-on que anuló la acción. Era la señal de que el «Verdinegro» había despertado. Poco después, un maul liderado por Tobías Aguilar terminó de confirmar la reacción: try y 11-8. Y, para redondear el momento, Albornoz convirtió el gol adicional para establecer el 11-10. El combate seguía abierto, y ambos aún tenían fuerzas para seguir peleando.

El segundo tiempo prometía mucho, pero fue la prueba clara de cómo influye lo emocional en el deporte. De cuánto resiste ese espíritu de lucha. Natación salió con todo: Gonzalo Terraf, imparable, superó a varios defensores y marcó en el in-goal el 16-10, y Ledesma convirtió para estirar la ventaja a siete puntos (18-10). El «Blanco» había salido del vestuario decidido a ganar, pero el desafío era resistir, es decir, mantener esa intensidad.

El «Verdinegro» usó el golpe como motivación. Fue esa bofetada que lo obligó a reaccionar. Albornoz anotó un penal y Mateo Pasquini, en una carrera memorable, marcó el try que igualó el marcador (18-18). Y, para completar, el apertura «verdinegro» convirtió para darle la ventaja a su equipo: 20-18.

Los nervios comenzaron a apoderarse de ambos. En las batallas también hay errores. A los 56 minutos, Marcelo Petray vio la tarjeta amarilla y dejó a Tucumán Rugby con un jugador menos durante diez minutos. Momento crucial en la final. Pero tres minutos después, Tomás García, de Natación y Gimnasia, también recibió tarjeta amarilla y su equipo quedó en igualdad numérica.

A los 68′, Albornoz volvió a clavar la daga: anotó un penal y estableció el 23-18 definitivo. A partir de entonces, el reloj fue un verdugo implacable. Tucumán Rugby resistió cada intento del «Blanco» con una entereza que parecía inquebrantable. Las piernas pesaban, el aire escaseaba, pero el corazón todavía daba para más. Cuando sonó el pitido final, las manos se alzaron al cielo: diez años después, el «Verdinegro» volvía a ser campeón del Regional del NOA.

En el suelo quedaron los cuerpos exhaustos, los abrazos entre compañeros, la mezcla de sonrisas y lágrimas que solo deja una final de esta magnitud. Porque ahí estaba, en carne viva, el significado de esa palabra que definió la tarde y que caracteriza al rugby tucumano: luchar. Luchar por cada centímetro. Luchar contra el agotamiento. Luchar incluso cuando parece que no queda nada. Y en esa lucha, Tucumán Rugby halló su reivindicación.

Artículos Relacionados