En una entrevista, la Dra. Blanca Santillán Avellaneda nos invita a descifrar la memoria viva de Yerba Buena a través de un elemento cotidiano: los nombres de sus calles. Explica que el crecimiento acelerado y, en ocasiones, desorganizado de la ciudad, ha hecho que este nomenclátor sea un mosaico fascinante de historia, geografía y decisiones comunitarias.
El relato comienza con las grandes avenidas. La Avenida Conquija, principal acceso, toma su nombre del pico más alto del oeste tucumano. Para descongestionarla, en los 90 se creó la Avenida Domingo Perón, reflejando una época histórica nacional. También están las vías antiguas, como el «camino del ojo del manantial», que describe el paisaje original de arroyos y puentes.
Más allá de las avenidas, la ciudad se organiza con cierta lógica temática. Al norte de la Conquija, las calles llevan nombres de países latinoamericanos (Venezuela, Perú). Al sur de la Avenida La Madrid, se nombran con provincias argentinas (Córdoba, Jujuy). Sin embargo, este sistema no se pudo aplicar con rigor debido al rápido desarrollo urbano.
Así, emergen nombres que homenajean a personajes locales e ilustres. La Avenida Solano Vera recuerda a un vecino destacado, militar y promotor de la primera escuela pública gratuita. Calles como Federico Rossi honran a antiguos productores de tejas, cuya labor fue clave para la construcción en su tiempo.
La naturaleza también dejó su marca. Zonas enteras llevan nombres de árboles (Tarcos, Pinos, Tilos) o flores (Hortensias, La Rosa). Otros nombres evocan hitos históricos más lejanos, como el «Camino de las Lanzas», cuyo origen se remonta a la huida de las tropas derrotadas de la Valle después de una batalla, dejando un rastro de lanzas.
La historia reciente y las iniciativas vecinales también definen el callejero. En el barrio Contadores, los residentes pidieron nombres como Mozart y Beethoven para las calles aledañas a la casa de la cultura. Otro ejemplo es el antiguo «camino de Sirga», rebautizado en 2013 como «24 de Marzo», aunque en el habla popular persiste la denominación original.
La entrevista revela cómo cada nombre es una capa de tiempo. Desde las estancias jesuíticas y los «naranjales» que perfumaban el paso del tren, hasta la donación de terrenos para el primer cementerio municipal (hoy la Avenida Maderuelo), la geografía urbana narra la transformación de un espacio rural en una ciudad pujante.
En definitiva, transitar las calles de Yerba Buena es caminar sobre un libro de historia abierto. La Dra. Santillán nos recuerda que detrás de cada placa hay una historia de personas, paisajes y momentos que forjaron la identidad de la comunidad, invitándonos a preguntarnos «¿por qué?» la próxima vez que pasemos por una esquina.
