Carlos Podazza les abre las puertas de su casa a los artistas locales
El taller Cultural Nonino funciona en avenida Aconquija 2.347 desde el mes de junio.
Con el portón abierto de par en par Carlos Podazza nos recibe en su casa, al igual que lo hace con los artistas que se presentan en su taller cultural. “Me doy el gusto de recibir a la gente en mi casa” dice, al referirse “Nonino”. Con el mismo nombre que el clásico taller cultural que funciona en las piedras al 500 desde hace 29 años, el artista comenzó desde cero en Yerba Buena y pone toda su energía en construir un espacio en el que los artistas puedan comunicarse con el público de una manera especial.
La casa en la que funciona este taller cultural, perteneció a un gran amigo y artista con el que Carlos Podazza compartió muchos escenarios, Rubén Saccher. Por esto, la sala en la que artistas tucumanos presentan sus obras lleva su nombre.
“Aquí vivió un gran amigo mío y guitarrista, Rubén Saccher, que falleció hace tres años en Suiza. Esta es la casa donde él vivió, yo me quedé a cargo de esta casa cuando se fue a Suiza con su familia. Para mí es un compromiso muy grande, porque tengo que honrar su nombre” cuenta Podazza.
Poco a poco y a pulmón, el proyecto va tomando forma “esta casa es un taller cultural, las paredes son un lugar de exposición de arte. En la habitación de adelante, que da a la avenida, quiero hacer una sala de exposición y una sala de espera. Me gustaría que el escenario sirva para la sala y también para el jardín, para obras de teatro para chicos. El garaje de la casa, quiero poner un buen piso y hacer una especie de milonga”.
Si bien la inauguración se realizó en junio, se llevó a cabo una pre-inauguración de la mano de Juan Falú: “fue una exposición extraordinaria; ahí vi la calidez de la comunicación del artista con el público. `Este es el lugar´, pensé y dije `esto es lo que va a pasar acá´”, recordó.
En la sala Rubén Saccher entran entre 40 y 50 personas y cada noche de función, se llena. “Yo no tengo un interés comercial en esto. No es un lugar en el que la gente viene a comer y hay un espectáculo de fondo. Es un lugar en el que la gente viene a ver un espectáculo y lo acompaña tomando un vino y comiendo una empanada”.
En este sentido, el artista remarca los obstáculos con los que se encuentran los artistas independientes a la hora de gestionar un espacio de estas características: “las ordenanzas no nos contemplan para este tipo de cosas. No es un bar, ni un pub, un una bailanta, no encaja en los ítems y eso genera un vacío. Es el primer lugar independiente que se genera acá con estas características s en Yerba Buena y eso me trae un problema”.
Según su perspectiva, el artista tiene que ser artista como profesión, tiene que ser digno y recalca que está instalado que el arte no es digno. “El artista acá puede cobrar lo que quiera, me parece que es digno. Si cobran menos es desvalorizar el trabajo del artista.
Raíces y camino: “Todo lo que gané, lo que perdí y lo que viví, todo lo que dejé está con la música”
Reemplazó la guitarra de juguete por una criolla a los 12 años y se puso a estudiar música. Recuerda que el primer sonido que se grabó en su memoria es el del bandoneón. Sus comienzos se vieron marcados por la musicalización a poetas tucumanos. Después, recorrió otros caminos con distintos grupos de rock, musicalizó diversas obras de teatro y produjo letra y música de cantatas. Hoy conforma el Duo la Yumba con Adriana Marcilla, su actual pareja y compañera en el proyecto del taller cultural.
Al consultarle sobre sus orígenes, relata: “mi papá era un gran bandoneonista que llegó por trabajo a Tucumán en los 40. Al poco tiempo estaba tocando con la orquesta. Mi casa era música: el primer sonido que tengo en mi inconsciente es el bandoneón, por eso me gusta tanto el tango”, recuerda. “Mi casa estaba llena de artistas. En un rato estábamos almorzando con los Alberto Morán Jorge Valdéz los cantores de D´arienzo, Enrique Dumas, tantos cantores. En una oportunidad vino Sandro a Tucumán, y estuvo comiendo en mí casa también”.
Desde hace más de 50 años se dedica a la docencia. Sus alumnos tienen desde 5 años en adelante, “es lo que más me gusta, me divierto muchísimo”, confiesa, a pesar de que disfruta de las presentaciones en los escenarios. “A veces la primera canción la están sacando el primer día y se sorprenden de poder hacer música. Más allá que se dediquen o no a esto, es un momento que no se lo van a olvidar”, manifiesta.
Algunos de sus alumnos, motivados por esas primeras clases, continuaron formándose, y hoy son reconocidos artistas: “tengo la satisfacción de que Lucho Hoyos, Popi Quinteros, Diego Ferronato, Daniel Amani, son algunos de los chicos que han estudiado conmigo, y ahora son muy buenos en lo que hacen”.
“Dardo Nofal decía que yo vivía en un constante espíritu de aventura y digo que es así, y además cito a Vinicius de Moraes: ‘La vida es el arte del encuentro’” concluye.
Con el portón abierto de par en par Carlos Podazza nos recibe en su casa, al igual que lo hace con los artistas que se presentan en su taller cultural. “Me doy el gusto de recibir a la gente en mi casa” dice, al referirse “Nonino”. Con el mismo nombre que el clásico taller cultural que funciona en las piedras al 500 desde hace 29 años, el artista comenzó desde cero en Yerba Buena (Avenida Aconquija 2.347) y pone toda su energía en construir un espacio en el que los artistas puedan comunicarse con el público de una manera especial.
La casa en la que funciona este taller cultural, perteneció a un gran amigo y artista con el que Podazza compartió muchos escenarios, Rubén Saccher. Por esto, la sala en la que artistas tucumanos presentan sus obras lleva su nombre.“Aquí vivió un gran amigo mío y guitarrista, Rubén Saccher, que falleció hace tres años en Suiza. Esta es la casa donde él vivió, yo me quedé a cargo de esta casa cuando se fue a Suiza con su familia. Para mí es un compromiso muy grande, porque tengo que honrar su nombre” cuenta Podazza.
Poco a poco y a pulmón, el proyecto va tomando forma, “esta casa es un taller cultural, las paredes son un lugar de exposición de arte. En la habitación de adelante, que da a la avenida, quiero hacer una sala de exposición y una sala de espera. Me gustaría que el escenario sirva para la sala y también para el jardín, para obras de teatro para chicos. El garaje de la casa, quiero poner un buen piso y hacer una especie de milonga”.
Si bien la inauguración se realizó en junio, se llevó a cabo una pre-inauguración de la mano de Juan Falú: “fue una exposición extraordinaria; ahí vi la calidez de la comunicación del artista con el público. ‘Este es el lugar’, pensé y dije ‘esto es lo que va a pasar acá'», recuerda.
En la sala Rubén Saccher entran entre 40 y 50 personas y cada noche de función, se llena. “Yo no tengo un interés comercial en esto. No es un lugar en el que la gente viene a comer y hay un espectáculo de fondo. Es un lugar en el que la gente viene a ver un espectáculo y lo acompaña tomando un vino y comiendo una empanada”.
En este sentido, el artista remarca los obstáculos con los que se encuentran los artistas independientes a la hora de gestionar un espacio de estas características: “las ordenanzas no nos contemplan para este tipo de cosas. No es un bar, ni un pub, un una bailanta, no encaja en los ítems y eso genera un vacío. Es el primer lugar independiente que se genera acá con estas características s en Yerba Buena y eso me trae un problema”. Según su perspectiva, el artista tiene que ser artista como profesión, tiene que ser digno. “El artista acá puede cobrar lo que quiera, me parece que es digno. Si cobran menos es desvalorizar el trabajo del artista.
Raíces y camino:“Todo lo que gané, lo que perdí y lo que viví, todo lo que dejé está con la música”
Reemplazó la guitarra de juguete por una criolla a los 12 años y se puso a estudiar música. Recuerda que el primer sonido que se grabó en su memoria es el del bandoneón. Sus comienzos se vieron marcados por la musicalización a poetas tucumanos. Después, recorrió otros caminos con distintos grupos de rock, musicalizó diversas obras de teatro y produjo letra y música de cantatas. Hoy conforma el Duo la Yumba con Ana Marcilla, su actual pareja y compañera en el proyecto del taller cultural.
Al consultarle sobre sus orígenes, relata: “mi papá era un gran bandoneonista que llegó por trabajo a Tucumán en los 40. Al poco tiempo estaba tocando con la orquesta. Mi casa era música: el primer sonido que tengo en mi inconsciente es el bandoneón, por eso me gusta tanto el tango”, recuerda. “Mi casa estaba llena de artistas. En un rato estábamos almorzando con los Alberto Morán Jorge Valdéz los cantores de D´arienzo, Enrique Dumas, tantos cantores. En una oportunidad vino Sandro a Tucumán, y estuvo comiendo en mí casa también”.
Desde hace más de 50 años se dedica a la docencia. Sus alumnos tienen desde 5 años en adelante, “es lo que más me gusta, me divierto muchísimo”, confiesa, a pesar de que disfruta de las presentaciones en los escenarios. “A veces la primera canción la están sacando el primer día y se sorprenden de poder hacer música. Más allá que se dediquen o no a esto, es un momento que no se lo van a olvidar”, manifiesta. Algunos de sus alumnos, motivados por esas primeras clases, continuaron formándose y hoy son reconocidos artistas: “tengo la satisfacción de que Lucho Hoyos, Popi Quinteros, Diego Ferronato, Daniel Amani, son algunos de los chicos que han estudiado conmigo, y ahora son muy buenos en lo que hacen”.
“Dardo Nofal decía que yo vivía en un constante espíritu de aventura y digo que es así, y además cito a Vinicius de Moraes: ‘La vida es el arte del encuentro’” concluye.