* Publicación original en abril de 2015, Carta al Director / La Gaceta.
El 13 de abril del 2015 murió Eduardo Galeano, es un decir, pues nuestro caballero de las palabras andantes es inmortal. Amante enamorado de las palabras que nos enamoraron, nos enamoran y nos enamorarán por los siglos de los siglos. Amén. Su oficio: escritor; un cuentacuentos, un cantacuentos.
¿Por qué consagró su vida a cantar y contar? En tren de buscar explicaciones, cuenta y canta nuestro uruguayo eterno, escribo porque mi tendencia al pecado me impidió ser santo, porque en el fútbol siempre fui un patadura. Y escribo porque hay historias que merecen ser contagiadas, porque me divierte desenterrar tesoros escondidos, porque me duele el dolor ajeno, porque me goza el ajeno placer, porque escribiendo devuelvo a los demás lo que de ellos viene, porque escribiendo juego a saltar el abismo que separa el deseo y el mundo, porque escribiendo comparto alegrías, melancolías, descubrimientos, deslumbramientos, porque de Sherezade aprendí que hay historias que valen un día más de vida, porque soy caminante y cada palabra es un nuevo viaje que empieza porque así hablo al oído de amigas y amigos que no conozco y en ellas y en ellos me reconozco, y porque siendo como soy, un inútil total, no puedo hacer otra cosa.
Cuenta el cuentero uruguayo que en Haití no se puede contar cuentos durante el día; si lo hace merece la desgracia. Los cuentos se cuentan en la noche, porque en la noche vive lo sagrado, y quien sabe contar cuenta sabiendo que el nombre es la cosa que el nombre nombra. En otra ventana sobre la palabra, nuestro Galeano cuentacanta que en lengua guaraní, la ñe´ẽ significa “palabra” y también significa “alma”. Creen los indios guaraníes que quienes mienten la palabra, o la dilapidan, son traidores del alma. El aroma tucumano de su mujer, Helena Villagra, le inspiran ventanas sobre la muerte; las cenizas de Alberto yacían y crecían en los verdores de Tucumán, y Helena había heredado su sombrero. Helena dormía, y el sombrero de Alberto también dormía; y en el sueño de Helena el sombrero soñaba. Soñaba que agitaba sus alas y girando se iba a volar por ahí, con Helena adentro, acurrucada en la copa. Ella despertaba mareada de tanto dar vueltas. Las palabras del cuento y del canto de Galeano saben indignarse, porque sabe que el mundo se divide, sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quién de qué lado quiere o puede estar. Y en Latinoamérica sus palabras vienen cantando y contando los dolores, las miserias, los padecimientos, los despojos, las injusticias y otras inequidades e iniquidades que drenan por las venas abiertas de América Latina. Y, en contracanto y contracuento, viene anunciando y augurando la emancipación y la liberación de los humillados y expoliados de siempre. Y, al infinito fin de canto y cuento, cantan y cuentan las paredes de las ciudades latinoamericanas cuando con voz clara y profunda dicen: “Nada en vano. Todo en vino”; “Salario mínimo al presidente, para que vea lo que se siente”; “No queremos sobrevivir. Queremos vivir”. Y “¡Resucitaremos aunque nos cueste la vida!”. Amén. Aleluya.
Lalo Ruiz Pesce